Mientras subía, pisando despacito para no mojarme las zapatillas (ilusa), ya se podía vaticinar lo que me esperaba cuándo saliera: agua, agua y mas agua cayendo en forma de cortina. A media cuadra ya estaba empapada. Entonces, me frené en el medio del caos de la gente que corría para refugiarse, lo pensé un segundo, di media vuelta y ante las miradas de los que habían decidido esperar, volví al subte. Pero no me quedé con los demás, no. Seguí de largo hasta el andén y me volví a mi casa.
No tengo remordimiento alguno.
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